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jueves, 14 de marzo de 2024

Estacionde Trenes Panguilemu

 Estación Panguilemu


Estación Panguilemo: un suspiro en el tiempo, un rincón donde los raíles se entrelazan con la historia y los vientos llevan consigo los ecos de locomotoras que alguna vez surcaron sus andenes. Enclavada en el corazón de la Región del Maule, la estación Panguilemo es mucho más que un punto kilométrico en la Red Sur de EFE; es un testigo silente de los sueños y las nostalgias que han cruzado sus vías.

Corría el año 1874 cuando los cimientos de esta estación se fundieron con la unión de dos ferrocarriles: el FC Talcahuano a Chillán y Angol y el FC de Santiago a Curicó. Fue entonces cuando Panguilemo alzó sus brazos de madera y ladrillo, abriendo sus puertas al vapor y al silbido de las locomotoras. Los viajeros, con sus maletas cargadas de esperanzas y despedidas, encontraron refugio en sus andenes. Las madrugadas se llenaban de humo y el eco de los pasos resonaba en la quietud del amanecer.

Panguilemo no era solo un lugar de tránsito; era un punto de encuentro. Los enamorados se despedían bajo la sombra de sus techos, prometiéndose reencuentros en las estaciones futuras. Las familias se abrazaban, los niños corrían entre los vagones y los vendedores ambulantes ofrecían sus mercancías con la destreza de quien conoce cada rincón del andén.

Los años pasaron, y Panguilemo siguió siendo un faro en la ruta. Las locomotoras de vapor dieron paso a las diésel, y los rieles se extendieron hacia el sur. Pero la esencia de la estación permaneció inmutable. Los atardeceres pintaban de naranja sus ventanas, y las luces titilantes anunciaban la llegada de un nuevo convoy. Los viajeros, con sus boletos en mano y sus sueños en la mirada, seguían cruzando sus puertas.

Hoy, Panguilemo no contempla detenciones regulares. Su oficina de control de tráfico de EFE sigue operando, coordinando los trenes de carga y los pasajeros que viajan hacia o desde el sur. La estación se yergue paralela a la Ruta 5 Sur, como un testigo silencioso de los tiempos que fueron y los que vendrán.

En cada tablón de madera, en cada riel oxidado, late la memoria de los que pasaron por aquí. Panguilemo es más que una estación; es un poema de hierro y nostalgia. Sus paredes guardan secretos, sus andenes susurran historias y su reloj sigue marcando el tiempo, como si las agujas se negaran a detenerse.

Así, entre el vaivén de los trenes y el murmullo de los vientos, Panguilemo sigue siendo un faro en la ruta, una pausa en el viaje, un abrazo en la distancia. Porque las estaciones no son solo edificios; son los latidos de un país que se mueve sobre rieles, un país que sigue soñando y despidiéndose en cada andén y tu blogMisEntornos te lo trajo a tu memoria.

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