El sol se alzaba tímidamente sobre los campos de Rauco, pintando los cerros con tonos dorados y rosados. Mi viaje a Constitución, a través de caminos secundarios, prometía aventura y descubrimiento. Las ruedas de mi vehículo crujían sobre la tierra, y el aroma a eucalipto se filtraba por las ventanas abiertas.
En la plaza de Rauco, me detuve para estirar las piernas. Los árboles centenarios ofrecían sombra, y los bancos de madera invitaban al descanso. Los lugareños charlaban animadamente, y los niños correteaban alrededor de la fuente. Me sentí parte de esa escena, un visitante que se sumergía en la vida cotidiana de un pequeño pueblo.
Continué mi ruta hacia Lirquén, donde la pasarela “Los Escalones” se alzaba sobre el río. El sonido del agua me acompañaba mientras exploraba la feria artesanal. Los puestos ofrecían tejidos, cerámica y dulces caseros. Compré una pequeña figura tallada en madera, un recuerdo tangible de mi viaje.
Finalmente, llegué a Constitución. La Roca de las Ventanas se alzaba majestuosa frente al mar. Las olas rompían contra sus lados, y me senté en un banco cercano para admirar la vista. ¿Cuántas historias habría presenciado esa roca a lo largo de los años?
Caminé por las trillas a lleguas sueltas, donde los caballos dejaban sus huellas en la arena. El viento soplaba suavemente, y me sentí libre, como si estuviera siguiendo los pasos de los antiguos jinetes que recorrían estos caminos.
La costanera me recibió con su brisa salina. La roca de la iglesia se alzaba en la distancia, testigo silencioso de las generaciones que habían vivido y amado en este lugar. Me senté en un banco de madera, cerré los ojos y escuché el murmullo del río Maule. La isla Orrego, con su vegetación exuberante, parecía flotar en el horizonte.
En ese momento, supe que mi viaje no era solo físico; también era un viaje en el tiempo y en el alma. Constitución, con su historia y su belleza natural, se había grabado en mi corazón. Y mientras el sol se ocultaba tras los cerros, prometí volver algún día para seguir explorando sus rincones y descubriendo más secretos que solo los caminos secundarios pueden revelar.
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